La liebre y la tortuga
Esta fábula enseña a los niños que no hay que burlarse jamás de los demás y que el exceso de confianza puede ser un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos.
En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de pregonar que ella era la más veloz y se jactaba de ello ante la lentitud de la tortuga.
- ¡Eh, tortuga, no corras tanto que nunca vas a llegar a tu meta! -decía la liebre burlándose de la tortuga.
Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre.
-Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo.
- ¿A mí? -preguntó asombrada la liebre.
- Sí, a ti. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy ufana, aceptó.
Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho señaló los puntos de partida y de llegada, y sin más preámbulos comenzó la carrera en medio de la incredulidad de los asistentes.
Confiada en su ligereza, la liebre dejó coger ventaja a la tortuga y se quedó haciendo burla de ella. Luego, empezó a correr velozmente y sobrepasó a la tortuga que caminaba despacio, pero sin parar. Sólo se detuvo a mitad del camino ante un prado verde y frondoso, donde se dispuso a descansar antes de concluir la carrera. Allí se quedó dormida, mientras la tortuga siguió caminando, paso tras paso, lentamente, pero sin detenerse.
Cuando la liebre se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a una corta distancia de la meta. Salió corriendo con todas sus fuerzas, pero ya era muy tarde: la tortuga había ganado la carrera.
Ese día la liebre aprendió, en medio de una gran humillación, que no hay que burlarse jamás de los demás. También aprendió que el exceso de
confianza es un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos.
Si habéis leído alguna otra fábula y os ha gustado, podéis compartirlas con nosotros. Así podremos hacer una colección de fábulas para los niños.
La gallina de los huevos de oro
Esta fábula enseña a los niños que jamás menosprecien lo que tienen
Un granjero y su esposa tenían una gallina que ponía un huevo de oro cada día. Supusieron que la gallina debería contener un gran terrón del oro en su interior, y para tratar de conseguirlo de una sola vez, la mataron.
Haciendo esto se encontraron, para su sorpresa, que la gallina se diferenciaba en nada de sus otras gallinas.
El par de ingenuos, esperando llegar a ser ricos de una sola vez, se privaron en adelante del ingreso del cual se habían asegurado día por día.
En verso
Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aún con tanta ganancia, mal contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matola; abriola el vientre de contado;
pero después de haberla registrado
¿qué sucedió? Que, muerta la gallina,
perdió su huevo de oro, y no halló mina.
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante,
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones!.